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jueves, 14 de noviembre de 2013

¿Quién es Digno?

Versículo clave: “Que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”
—Apocalipsis 5:12
Escritura seleccionada:
Apocalipsis 5:1-10












EL LIBRO DE APOCALIPSIS es sumamente simbólico y en el capítulo cinco podemos visualizar en nuestra mente a Dios sentado en su trono con un libro. Este libro o rollos (en tiempos antiguos fueron como libros) fue escrito en el interior así como sobre el exterior. Sin embargo, nadie podía leerlo o talvez abrirlo porque fue sellado con siete sellos. Entonces se escuchó pregonar a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y desatar sus sellos? (Apocalipsis 5:2). Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni aun mirarlo, causando mucho llanto y decepción (vss. 3,4).
El libro, en este caso, parece ser simbólico en el objetivo del Plan Divino; era el propósito tener una raza perfecta de su creación aquí sobre la tierra, que disfrutara la paz y perfección, todas las bellezas y bendiciones de la obra de sus manos. El pecado había separado al hombre del favor de su Creador, sin embargo, en vez de vivir y disfrutar eternamente las bellezas de la tierra, el hombre estaba sujeto a los resultados del pecado: enfermedad, malestares, sufrimiento y eventualmente la muerte. El propósito original de Dios para el hombre fue sellado y se realizaría hasta que alguien pudiera ser encontrado digno de redimir al hombre de su condición caída y devolverlo al favor con Dios.
Satisfacer el requerimiento de un Redentor no sería una tarea fácil. Primero requería un precio apropiado, una vida humana perfecta para ser ofrecida en pago de la vida perfecta humana que Adán había perdido cuando pecó en el Jardín del Edén. Aunque muchos seres angelicales hubieran sido calificados como perfectos, ellos no se ajustaban al precio requerido porque no eran seres humanos, nacidos de carne y sangre. Igualmente, el género humano, aunque a un precio correspondiente desde el punto de vista de su linaje humano, fracasó en otro requerimiento vital, el ser perfectos. Después de todo, eran los descendiente directos de Adán y por lo tanto era imposible para cualquiera de ellos dar una vida perfecta como rescate ya que ninguno era perfecto, “No hay justo, ni aún uno” (Romanos 3:10). El salmista dice: “Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al hermano, ni dar a Dios su rescate” (Salmos 49:7). Seguramente era evidente que nadie era digno de abrir el libro y desatar sus sellos.
Justo cuando parecía que nadie sería encontrado digno de ser el indicado para realizar el plan y la salvación de Dios, el llanto es oído: “Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá, la raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos” (Apocalipsis 5:5). ¿Quién era este León de la tribu de Judá, la raíz de David? Si hubiera alguna duda, es disipada en el siguiente versículo, cuando se identifica a este único digno como: “un Cordero inmolado” (versículo 6). Este sólo podía ser Jesús, de quien Juan el Bautista había dicho: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” Juan 1:29.
A causa de la fidelidad de Jesús, hasta la muerte y su resurrección posterior a la mano derecha de Dios, podía ser anunciado con mucha alegría: “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación” Apocalipsis 5:9.

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