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miércoles, 27 de noviembre de 2013

¡HIJA, TU FÉ TE HA SANADO!


Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
La mujer del flujo de sangre es uno de los relatos que ministra incesantemente a mi vida cuando se trata de predicar y enseñar sobre la SANIDAD DIVINA. Como la mujer del flujo de sangre hay muchas mujeres diagnosticadas con enfermedades y padeciendo por mucho tiempo de éstas. Pero hay esperanza; hay una solución, que es Jesús el Sanador.
Esta mujer había acudido a la ciencia, que aunque en muchas ocasiones ha podido brindar ayuda y alivio a condiciones, síntomas y enfermedades, sabemos que está limitada y que en algunos casos los efectos secundarios resultan ser peores que la misma enfermedad. En el caso de esta mujer, la ciencia no pudo ayudar a resolver su situación. Gastó todo cuanto tenía. ¡Qué triste! Cuando leo ese detalle medito en las miles de personas que mensualmente gastan gran parte del dinero que reciben: Salario, Seguro Social, ayudas gubernamentales, cheques de retiro, ayudas familiares, etc., en comprar medicamentos, equipos, visitas de rutina, laboratorios, tratamientos, etc., y con todo, no han podido sanar su enfermedad. Todo lo contrario, el sistema a penas le permite al enfermo vivir con su enfermedad de manera “más cómoda”, “llevadera” y en el peor de los casos, mantenerla “controlada”.

LA ENFERMEDAD INCAPACITA
Esta mujer del flujo de sangre gastó todo lo que tenía. Doce años con un flujo de sangre. Las mujeres cada mes atraviesan por lo que se conoce como menstruación. Imagíne el escenario: doce años, ¡sangrando día tras día! No existían las famosas toallitas sanitarias desechables que tenemos hoy. No sabemos si ese flujo iba acompañado de algún síntoma adicional como dolor, malestar, incomodidad, pero pudiéramos especular que era así. A lo anterior es necesario añadir y mencionar que la norma de la época/cultura descalificaba a esta mujer para compartir con la sociedad, ya que era considerada inmunda. No sólo estaba enferma físicamente, sino también emocionalmente marginada. La enfermedad no sólo afecta tu cuerpo, sino también tus emociones. Cuántas personas, ante la impotencia, incapacidad y falta de conocimiento para tratar con su enfermedad, caen en depresión, ansiedad, trastornos de pánico y “stress”? ¡Muchas! Entonces una enfermedad como esta, no sólo afecta su aspecto físico, sino también sus emociones.
¡DETERMINA TU MILAGRO!
Es interesante este relato porque fue la mujer quien decidió ponerle punto final a su enfermedad. ¡Ella determinó el momento de su milagro! Ella dijo: “Con solo tocar su manto seré salva”. Aun sabiendo que era declarada inmunda y que no podía tocar su cuerpo (por eso tocó el manto); sabiendo que tendría dificultades para llegar a Jesús, ella determinó llegar a él, y sin necesidad de contacto físico, sólo con tocar sus vestidos ella creía que sanaría.
Mujer que me lees, no tienes que esperar tu sanidad de determinado modo. Hay personas que esperan campañas de sanidad para recibir su milagro. Lo anterior no es malo, sin embargo usted no tiene que esperar un servicio especial, pues Dios quiere y puede sanarle de su azote HOY, allí en el lugar donde se encuentra. La voluntad de Dios siempre será la sanidad, y por eso siempre estará presto para sanarle (de hecho, Cristo pagó por su sanidad hace más de 2,000 años). La enfermedad tiene que ser vista como lo que es: un azote, un agente externo que no debe estar en su cuerpo, que aflige, que limita, que incapacita, que inhabilita y que no debe hacer morada allí, y que debe salir en el nombre de Jesús. No olvide que Jesucristo nunca enfermó a nadie, sino que durante su ministerio siempre sanó a los enfermos.
"ME LEVANTARÉ"
Las palabras de esta mujer muestran una Fe activa y agresiva. Durante el ministerio terrenal de Jesús todos los que “se levantaron y acudieron a Jesús en busca de sanidad la recibieron" ( Lucas 6:17). Solamente donde hubo "incredulidad no pudo realizar milagros" (Mateo 13:58). Obviamente los que no creen, los que tienen dudas, los que se han conformado, resignado y adaptado a la enfermedad no buscan la sanidad, han caído en un estado/actitud pasiva, sus oraciones son: “Si Dios quiere”, “cuando Dios así lo disponga”, “Si es su voluntad que sane”, entre otras. Pero esa no es la actitud y la oración correcta ante una enfermedad. No es lo que muestran las Escrituras. De igual forma que muchos se levantan para asistir al médico, levántese para ir a Jesús, su Sanador, y así omo hizo esta mujer, levántese, y vaya a Jesús en oración... proclame: “Hoy es el día de mi milagro, hoy yo sano de esta enfermedad, hoy cesa, hoy le coloco punto final. Hoy sano en el nombre de Jesús”.
Reitero la escritura: “Hija tu fe te ha sanado”. Cuando vamos al texto bíblico vemos que la palabra utilizada en español es SALVADO. Permítame explicarle: La palabra original griega es SOZO que significa: salvar, sanar, preservar, hacer completo. Es de suma importancia que la iglesia comprenda que la salvación en Cristo es una obra completa para y en el ser humano. La salvación cubre y abarca el espíritu, el alma (emociones) y el cuerpo (físico). Jesucristo sanó a esta mujer completamente. Cuando ella tocó su manto la sanó físicamente. Pero cuando Jesús le llamó: “HIJA” , la sanó emocionalmente. Jesús sabía que había salido virtud de Él, sin embargo, era necesario que esta mujer fuese sanada emocionalmente y restaurada a la sociedad de la cual había sido marginada a causa de su enfermedad física. Por eso, Jesús la llama HIJA. Su identidad y su posición de mujer e HIJA de Dios fue restaurada/sanada de manera instantánea a la misma vez que su cuerpo. Y cuando le dijo “tu Fe te ha salvado”, la sanó espiritualmente, además de que resaltó la importancia del insustituible ingrediente de LA FE. Activar su Fe en Jesús fue lo que provocó que esta mujer recibiera sanidad total.
La sanidad divina no es un elemento separado de la salvación/sanidad espiritual. La sanidad divina está incluida en el sacrificio de la Cruz y la salvación. Por eso dicen las Escrituras:
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, ¡pero nosotros lo tuvimos por azotado, como herido y afligido por Dios! Isa 53:5
Mas él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados. Por darnos la paz, cayó sobre él el castigo, y por sus llagas fuimos nosotros curados. Isa 53:4
Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias. Salmo 103:3
La obra redentora de Cristo, esto es, la salvación, es completa y nos salva completamente (espíritu, alma y cuerpo). Por ello, cuando la enfermedad ataca nuestro cuerpo, a través de su sacrificio nos proveyó sanidad divina.
Hermanas lectoras, me identifico con el relato de esta mujer aunque fueron circunstancias diferentes. Desde el embarazo de mi segundo hijo, comencé a experimentar síntomas en mi cuerpo, que no sólo me afectaban físicamente sino también emocionalmente. Hubo días que no podía levantarme de la cama y eso traía mayor ansiedad y tristeza. Pensaba en mis hijos, en mi esposo y como esta enfermedad me limitaba en atenderles. No podía evitar pensar la posibilidad de que mis hijos quedaran huérfanos y eso me hacia caer en una profunda tristeza, lloraba con frecuencia, afligida física y emocionalmente. Tenia conocimiento de la Palabra, y aun siendo ministro del Señor me preguntaba porque no me sanaba si yo predicaba, ensenaba y oraba por los enfermos y estos eran sanados.
Me sucedió como a la mujer del flujo de sangre, esto es, que “llegó Jesús”. Usted se preguntará: pastora pero usted conocía a Jesús, como es que dice “llegó Jesús”? Permítame explicarle y elaborar en mi respuesta. La mujer del flujo de sangre había escuchado de Jesús. Ella tenia conocimiento de que El podía sanarla, pero no fue HASTA que ella se levantó y activó su fe, y fue en busca de su sanidad, que la recibió. Yo tenia la teoría, pero no lo había puesto en practica. Sabia que Jesús me había sanado, pero mi fe aun se encontraba pasiva, y sin temor a reconocerlo, me faltaba la fe con frecuencia, y abría puertas constantes a la incredulidad. Cada vez que experimentaba un síntoma, me mente se llenaba de dudas sobre la obra sanadora de Cristo. Por eso no recibía ni veía mi sanidad. Pero cuando “llegó Jesús” , esto es, se abrió mi entendimiento y pude recibir la revelación de la Sanidad Divina no solo a mi mente sino también a mi cuerpo; cuando “me levanté” para llegar y acercarme a la presencia de Jesús, recibí la sanidad y el azote cesó. En mi caso, comencé a leer sobre la Sanidad Divina, de hermanos en la Red que Dios puso en mi camino y mi entendimiento fue abierto sobre esta maravillosa verdad ( a eso también le llamó “llegó Jesús”) .
Me levanté de mi enfermedad y de la comodidad para comenzar a acercarme mas a Jesús. Me levanté en Fe y comencé a buscar todos los textos de Sanidad Divina en Su palabra, y comencé a abrir paso en medio de los obstáculos que encontraba en el camino y que me impedían acercarme a Jesús como lo es la duda, el prejuicio y hasta doctrinas tradicionales que arrastramos y que impiden el fluir de la revelación de Dios. HASTA que hice lo anterior, es que fui libre del azote de mi cuerpo. Mi entendimiento y por consiguiente mi cuerpo recibió la revelación de que Cristo ya me sanó. Por sus llagas fui sanada (pasado). Quiero compartir esta VERDAD ESCRITURAL contigo, de modo que también recibas tu milagro de sanidad. Recibe la palabra de sanidad que hoy es enviada a tu cuerpo.
Pero clamaron a Jehová en su angustia y los libró de sus aflicciones... Envió su palabra y los sanó; los libró de su ruina. Salmo 107:19 y Salmo 107:20 respectivamente
Así como la mujer del flujo de sangre determinó y recibió la sanidad para su cuerpo, tú puedes recibirla hoy. Dios quiere y hace dos mil años, no sólo sanó tu enfermedad física, sinó todo lo que esto ha dañado (emociones e identidad). ¡Recibe hoy tu milagro de sanidad! ¡Conforme tu fe sea hecho!

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