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sábado, 28 de septiembre de 2013

EL CUERPO DEL CREYENTE ES EL TEMPLO DEL ESPIRITU SANTO

https://m.ak.fbcdn.net/sphotos-g.ak/hphotos-ak-prn1/644366_593718007314163_810654878_n.jpgEn este estudio nos proponemos enseñarle al creyente la importancia del cuerpo en la devoción cristiana. Para ello analizaremos las sagradas escrituras del nuevo testamento, donde encontraremos importantes razones para cuidar nuestro cuerpo más allá de lo estético. Además, escudriñaremos la principal razón de ser de nuestro cuerpo.


EL CUIDADO DE NUESTRO CUERPO:
Hay razones importantes por las cuales las personas cuidamos con mucha atención y esmero algunas cosas. Entre algunas razones podemos mencionar: el valor o el aprecio que le damos a algo, o el fin con que fue diseñado algún objeto. Esto mismo se aplica a nosotros como personas; nuestra vida puede ser cuidada o descuidada de acuerdo al valor que le demos. Como cristianos, no podemos ser descuidados con nuestra vida. Debemos entender que tenemos un elevado destino y propósito; fuimos creados para ser morada de Dios; para ser su templo. Y debemos valorar nuestra vida en todo sentido, en razón de lo que realmente es; de acuerdo al plan de Dios: su santo templo. (1 Corintios 6:19)
RAZONES PARA CUIDAR NUESTRO CUERPO:
1. En razón de su procedencia:
"Reconoced que Jehová es Dios; él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado" (Salmo 100:3).
Procedemos de Dios; somos hechura de él.
Esa es una razón sumamente importante de porqué cuidar nuestra vida; cuidar nuestra vida es respetar a Dios. Contrariamente, si descuidamos nuestra vida; irrespetamos a Dios nuestro hacedor. Gran parte del respeto que debemos mostrar a Dios, se debe evidenciar en el respeto que nos damos a nosotros mismos y a nuestros semejantes; porque quien respeta al creador, respeta sus obras; y quien respeta las obras, también respeta a su creador.
2. En razón de su valor:
¡¡Somos una obra maestra de arte; somos obra de Dios ¡¡ Nadie que tuviera un poco de conocimiento de arte, osaría de ninguna manera, destruir la escultura "el David" de Miguel Ángel o la "Mona Lisa" de Da Vinci. Pero nosotros nos atrevemos a destruir la obra maestra de Dios; dañamos nuestro cuerpo con vicios, con glotonería y descuido; y lo que es peor; dañamos la vida de los demás; tratándolos con violencia, desprecio e irrespetos, como se trata a algo carente de todo valor.
Aunque ciertamente la sociedad humana valora las cosas y después las ama; y tal vez  eso esté bien para las cosas; pero en cuanto a los seres humanos, nosotros los cristianos debemos amar y valorar a las personas de acuerdo a la voluntad de Dios. Esta misma razón debe ser la base del amor hacia nosotros mismos.
El "amor" que surge de valorar algo de acuerdo a los criterios humanos que no tienen en cuenta a Dios como base, está, casi siempre basado en el interés. Y es probable que los intereses varíen, y al variar el interés; el amor y el valor que le damos a las cosas, variarán inevitablemente. Por ejemplo: Amamos una prenda e vestir cuando está de moda; pero cuando la moda pasa y la prenda parece anticuada, dejamos de amarla. Esto es así porque nuestro interés estaba basado en que la prenda estaba de moda en su momento. Lastimosamente lo mismo pasa en las relaciones con las personas, casi siempre están basadas en el interés y en una falsa valoración.
Pero el valor que le damos los creyentes a alguien, sea este nuestro prójimo o a nosotros mismos, debe surgir de un verdadero amor; debe surgir de Dios. Ninguna otra fuente es confiable; porque solo el amor de Dios tiene la característica de ser permanente: "porque el amor nunca deja de ser" (1 Corintios 13:8).
Enfatizamos, entonces, que ese verdadero amor con que debemos amar a nuestros semejantes, debe surgir primeramente de Dios. Pues no podemos amar verdaderamente las obras de Dios sino le amamos primeramente a él.
Nuestro Señor Jesucristo da por un hecho que las personas deben amarse a sí mismas (Mt. 22:39). Esto mismo hace el apóstol Pablo (Ef. 5:28,29). Este amor de sí mismos es la base y virtud que nos estimula a cuidar de nuestro cuerpo; debemos amarnos a nosotros mismos, para así poder cuidarnos. Nadie que no se ame verdaderamente, podrá cuidar con esmero su vida.
Y, finalmente, debemos amar a los demás. Valorarles, estimarles y respetarles, será consecuencia de: Amar a Dios y amarnos a nosotros mismos.
Podemos pus decir, que todo aquello a lo que amamos, se vuelve valioso para nosotros. Por ello, si nos amamos a nosotros mismos; nos volveremos valiosos en nuestra estima de nosotros mismos; y con ello agradaremos a Dios quien nos creó.
NUESTRO CUERPO Y NUESTRO ESPÍRITU SON DE DIOS.
Todo cristiano tiene el deber de cuidar su cuerpo como algo sagrado; tal deber es parte importantísima de su devoción. Debe entenderse que no hay verdadera devoción si en nuestro cuerpo no se nota tal devoción.
El Apóstol Pablo les habla a los romanos de este asunto, y sus palabras son elocuentes y demandantes al decir: "os ruego que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo y santo agradable a Dios" (Romanos 12:1).
La mayoría de personas se escandalizarían hasta la indignación si a alguien se le ocurriera exhibir pornografía dentro de un templo; porque a nadie se le ocurrirían semejantes cosas. ¿Porqué?; pues por que "es la casa del señor". ¡Pero no se escandalizan en lo mínimo si alguna persona deja entrar a su vida cosas como esas u otras peores¡.
Debemos saber que el cuerpo de los creyentes es mucho mas sagrado que un edificio al que llamen templo, no importa cuan bello y pomposo sea. Nada en este mundo es más sagrado y santo que el corazón de un verdadero hijo de Dios.
La razón de porqué el creyente debe cuidar con esmero su cuerpo, es por el hecho de ser morada de Dios. El Apóstol Pablo le dice a los cristianos de Corinto: "El cuerpo es para el Señor y el Señor para el cuerpo" (1 Corintios6:13) "SOMOS MORADA DE DIOS"
Además de lo dicho ya, debemos entender que nuestro cuerpo es un regalo de Dios. Por eso, si amamos a Dios cuidaremos nuestro cuerpo.
En verdad el cuerpo es más que un regalo de Dios; es del Señor; comprado a precio de sangre. Esto nos lo recuerda el Apóstol Pablo, cuando nos exhorta con fuerza a honrar al Señor con nuestro cuerpo, diciendo: "O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Corintios 6:19—20).
Cuidemos nuestro cuerpo como el templo de Dios; embellezcámoslo por dentro y por fuera; Saquemos de adentro, todo aquello que lo contamina, y pongamos en su lugar lo mejor para  decorarlo con "oro, plata, perlas y piedras preciosas"
Ejemplo de la edificación de un templo:
El rey David cuando iba a construir el templo, preparó con grandes esfuerzos muchos materiales preciosos para dicha obra. De su propia boca son las siguientes palabras: "He aquí, yo con grandes esfuerzos he preparado para la casa de Jehová cien mil talentos de oro, y un millón de talentos de plata, y bronce y hierro sin medida... del oro, de la plata, del bronce y del hierro, no hay cuenta..." (1 Crónicas 22:14).
Aquel magnífico templo fue construido, no por David, sino por su hijo Salomón. Aunque fue su padre el que dedicó toda su vida a recoger y a atesorar para la construcción del templo; hizo a su hijo la exhortación de añadir a lo recaudado por él. Al referirse a los materiales más costosos: oro, plata, hierro y bronce; le dice: "He aquí, yo con grandes esfuerzos he preparado para la casa de Jehová..." Pero cuando se refiere a los materiales más comunes, le dice: "... así mismo he preparado madera y piedra, a lo cual tu añadirás" (1 Crónicas 22:14) Ciertamente es una tarea seria el trabajar en nuestra vida para Convertirla en un hermoso templo, pero al igual que David; Dios nuestro padre, ha provisto lo más valioso de los materiales, y nos hace la misma exhortación a nosotros: "Tu añadirás tu parte" Ciertamente una vida de consagración a Dios no viene de la nada; es una tarea que requiere de nuestro esfuerzo, entrega, voluntad y disciplina; Hay que abstenerse de algunas cosas; y tener paciencia para disfrutar de otras a su debido tiempo (Noviazgo y sexo) hay que dedicar tiempo a la oración, al ayuno y a la lectura de la palabra de Dios. Además, hay que alejarnos de malas influencias. La palabra de Dios dice: "no erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres" (1 Corintios 15:33).
Otra cosa muy importante que debemos hacer, es tener comunión con otras personas que han alcanzado madurez; para recibir guianza y consejo. ¡Recuerda que tu eres especial!
RECUERDA QUE ERES EL TEMPLO DE DIOS.
Al principio de nuestra vida de creyentes puede que nos parezca una esclavitud vivir una vida de consagración. Pero en medida que vayamos teniendo la revelación de porqué hacerlo, vamos a ir experimentando una vida plena de dicha y bendición. Sobre todo experimentaremos una vida de verdadera libertad; la vida del Espíritu; del que somos templo. Cuando dejamos que Dios señoree en nuestra vida a través de su Santo Espíritu; lejos de vivir en esclavitud, vivimos en verdadera libertad. Las sagradas escrituras dicen: "Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad"  (2 Corintios 3:17).
Cumplamos el bienaventurado propósito de Dios para nuestra vida. Dejemos que él venga a morar en nuestro corazón; y trabajemos con alegría en la edificación de ese altar interior para Dios. Dejemos que la abundante gracia de Dios encuentre su lugar en nuestro corazón; Y en unidad con todos aquellos que están en esta misma búsqueda, y con aquellos que han alcanzado este propósito de Dios para sus vidas; convirtámonos en esa casa espiritual en la que ofrezcamos sacrificios agradables a Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Recuerda: ¡Tu cuerpo es templo del Espíritu Santo!

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