En este estudio nos proponemos enseñarle
al creyente la importancia del cuerpo en la devoción cristiana. Para
ello analizaremos las sagradas escrituras del nuevo testamento, donde
encontraremos importantes razones para cuidar nuestro cuerpo más allá de
lo estético. Además, escudriñaremos la principal razón de ser de
nuestro cuerpo.
EL CUIDADO DE NUESTRO CUERPO:
Hay razones importantes por las
cuales las personas cuidamos con mucha atención y esmero algunas cosas.
Entre algunas razones podemos mencionar: el valor o el aprecio que le
damos a algo, o el fin con que fue diseñado algún objeto. Esto mismo se
aplica a nosotros como personas; nuestra vida puede ser cuidada o
descuidada de acuerdo al valor que le demos. Como cristianos, no podemos
ser descuidados con nuestra vida. Debemos entender que tenemos un
elevado destino y propósito; fuimos creados para ser morada de Dios;
para ser su templo. Y debemos valorar nuestra vida en todo sentido, en
razón de lo que realmente es; de acuerdo al plan de Dios: su santo
templo. (1 Corintios 6:19)
RAZONES PARA CUIDAR NUESTRO CUERPO:
1. En razón de su procedencia:
"Reconoced que Jehová es Dios; él
nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas
de su prado" (Salmo 100:3).
Procedemos de Dios; somos hechura de él.
Esa es una razón sumamente
importante de porqué cuidar nuestra vida; cuidar nuestra vida es
respetar a Dios. Contrariamente, si descuidamos nuestra vida;
irrespetamos a Dios nuestro hacedor. Gran parte del respeto que debemos
mostrar a Dios, se debe evidenciar en el respeto que nos damos a
nosotros mismos y a nuestros semejantes; porque quien respeta al
creador, respeta sus obras; y quien respeta las obras, también respeta a
su creador.
2. En razón de su valor:
¡¡Somos una obra maestra de arte;
somos obra de Dios ¡¡ Nadie que tuviera un poco de conocimiento de arte,
osaría de ninguna manera, destruir la escultura "el David" de Miguel
Ángel o la "Mona Lisa" de Da Vinci. Pero nosotros nos atrevemos a
destruir la obra maestra de Dios; dañamos nuestro cuerpo con vicios, con
glotonería y descuido; y lo que es peor; dañamos la vida de los demás;
tratándolos con violencia, desprecio e irrespetos, como se trata a algo
carente de todo valor.
Aunque ciertamente la sociedad
humana valora las cosas y después las ama; y tal vez eso esté bien para
las cosas; pero en cuanto a los seres humanos, nosotros los cristianos
debemos amar y valorar a las personas de acuerdo a la voluntad de Dios.
Esta misma razón debe ser la base del amor hacia nosotros mismos.
El "amor" que surge de valorar algo
de acuerdo a los criterios humanos que no tienen en cuenta a Dios como
base, está, casi siempre basado en el interés. Y es probable que los
intereses varíen, y al variar el interés; el amor y el valor que le
damos a las cosas, variarán inevitablemente. Por ejemplo: Amamos una
prenda e vestir cuando está de moda; pero cuando la moda pasa y la
prenda parece anticuada, dejamos de amarla. Esto es así porque nuestro
interés estaba basado en que la prenda estaba de moda en su momento.
Lastimosamente lo mismo pasa en las relaciones con las personas, casi
siempre están basadas en el interés y en una falsa valoración.
Pero el valor que le damos los
creyentes a alguien, sea este nuestro prójimo o a nosotros mismos, debe
surgir de un verdadero amor; debe surgir de Dios. Ninguna otra fuente es
confiable; porque solo el amor de Dios tiene la característica de ser
permanente: "porque el amor nunca deja de ser" (1 Corintios 13:8).
Enfatizamos, entonces, que ese
verdadero amor con que debemos amar a nuestros semejantes, debe surgir
primeramente de Dios. Pues no podemos amar verdaderamente las obras de
Dios sino le amamos primeramente a él.
Nuestro Señor Jesucristo da por un
hecho que las personas deben amarse a sí mismas (Mt. 22:39). Esto mismo
hace el apóstol Pablo (Ef. 5:28,29). Este amor de sí mismos es la base y
virtud que nos estimula a cuidar de nuestro cuerpo; debemos amarnos a
nosotros mismos, para así poder cuidarnos. Nadie que no se ame
verdaderamente, podrá cuidar con esmero su vida.
Y, finalmente, debemos amar a los
demás. Valorarles, estimarles y respetarles, será consecuencia de: Amar a
Dios y amarnos a nosotros mismos.
Podemos pus decir, que todo aquello a
lo que amamos, se vuelve valioso para nosotros. Por ello, si nos amamos
a nosotros mismos; nos volveremos valiosos en nuestra estima de
nosotros mismos; y con ello agradaremos a Dios quien nos creó.
NUESTRO CUERPO Y NUESTRO ESPÍRITU SON DE DIOS.
Todo cristiano tiene el deber de
cuidar su cuerpo como algo sagrado; tal deber es parte importantísima de
su devoción. Debe entenderse que no hay verdadera devoción si en
nuestro cuerpo no se nota tal devoción.
El Apóstol Pablo les habla a los
romanos de este asunto, y sus palabras son elocuentes y demandantes al
decir: "os ruego que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo y
santo agradable a Dios" (Romanos 12:1).
La mayoría de personas se
escandalizarían hasta la indignación si a alguien se le ocurriera
exhibir pornografía dentro de un templo; porque a nadie se le ocurrirían
semejantes cosas. ¿Porqué?; pues por que "es la casa del señor". ¡Pero
no se escandalizan en lo mínimo si alguna persona deja entrar a su vida
cosas como esas u otras peores¡.
Debemos saber que el cuerpo de los
creyentes es mucho mas sagrado que un edificio al que llamen templo, no
importa cuan bello y pomposo sea. Nada en este mundo es más sagrado y
santo que el corazón de un verdadero hijo de Dios.
La razón de porqué el creyente debe
cuidar con esmero su cuerpo, es por el hecho de ser morada de Dios. El
Apóstol Pablo le dice a los cristianos de Corinto: "El cuerpo es para el
Señor y el Señor para el cuerpo" (1 Corintios6:13) "SOMOS MORADA DE
DIOS"
Además de lo dicho ya, debemos
entender que nuestro cuerpo es un regalo de Dios. Por eso, si amamos a
Dios cuidaremos nuestro cuerpo.
En verdad el cuerpo es más que un
regalo de Dios; es del Señor; comprado a precio de sangre. Esto nos lo
recuerda el Apóstol Pablo, cuando nos exhorta con fuerza a honrar al
Señor con nuestro cuerpo, diciendo: "O ignoráis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de
Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio;
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los
cuales son de Dios" (1 Corintios 6:19—20).
Cuidemos nuestro cuerpo como el
templo de Dios; embellezcámoslo por dentro y por fuera; Saquemos de
adentro, todo aquello que lo contamina, y pongamos en su lugar lo mejor
para decorarlo con "oro, plata, perlas y piedras preciosas"
Ejemplo de la edificación de un templo:
El rey David cuando iba a construir
el templo, preparó con grandes esfuerzos muchos materiales preciosos
para dicha obra. De su propia boca son las siguientes palabras: "He
aquí, yo con grandes esfuerzos he preparado para la casa de Jehová cien
mil talentos de oro, y un millón de talentos de plata, y bronce y hierro
sin medida... del oro, de la plata, del bronce y del hierro, no hay
cuenta..." (1 Crónicas 22:14).
Aquel magnífico templo fue
construido, no por David, sino por su hijo Salomón. Aunque fue su padre
el que dedicó toda su vida a recoger y a atesorar para la construcción
del templo; hizo a su hijo la exhortación de añadir a lo recaudado por
él. Al referirse a los materiales más costosos: oro, plata, hierro y
bronce; le dice: "He aquí, yo con grandes esfuerzos he preparado para la
casa de Jehová..." Pero cuando se refiere a los materiales más comunes,
le dice: "... así mismo he preparado madera y piedra, a lo cual tu
añadirás" (1 Crónicas 22:14) Ciertamente es una tarea seria el trabajar
en nuestra vida para Convertirla en un hermoso templo, pero al igual que
David; Dios nuestro padre, ha provisto lo más valioso de los
materiales, y nos hace la misma exhortación a nosotros: "Tu añadirás tu
parte" Ciertamente una vida de consagración a Dios no viene de la nada;
es una tarea que requiere de nuestro esfuerzo, entrega, voluntad y
disciplina; Hay que abstenerse de algunas cosas; y tener paciencia para
disfrutar de otras a su debido tiempo (Noviazgo y sexo) hay que dedicar
tiempo a la oración, al ayuno y a la lectura de la palabra de Dios.
Además, hay que alejarnos de malas influencias. La palabra de Dios dice:
"no erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres"
(1 Corintios 15:33).
Otra cosa muy importante que debemos
hacer, es tener comunión con otras personas que han alcanzado madurez;
para recibir guianza y consejo. ¡Recuerda que tu eres especial!
RECUERDA QUE ERES EL TEMPLO DE DIOS.
Al principio de nuestra vida de
creyentes puede que nos parezca una esclavitud vivir una vida de
consagración. Pero en medida que vayamos teniendo la revelación de
porqué hacerlo, vamos a ir experimentando una vida plena de dicha y
bendición. Sobre todo experimentaremos una vida de verdadera libertad;
la vida del Espíritu; del que somos templo. Cuando dejamos que Dios
señoree en nuestra vida a través de su Santo Espíritu; lejos de vivir en
esclavitud, vivimos en verdadera libertad. Las sagradas escrituras
dicen: "Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del
Señor, allí hay libertad" (2 Corintios 3:17).
Cumplamos el bienaventurado
propósito de Dios para nuestra vida. Dejemos que él venga a morar en
nuestro corazón; y trabajemos con alegría en la edificación de ese altar
interior para Dios. Dejemos que la abundante gracia de Dios encuentre
su lugar en nuestro corazón; Y en unidad con todos aquellos que están en
esta misma búsqueda, y con aquellos que han alcanzado este propósito de
Dios para sus vidas; convirtámonos en esa casa espiritual en la que
ofrezcamos sacrificios agradables a Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo.
Recuerda: ¡Tu cuerpo es templo del Espíritu Santo!